Así como la buena forma física ayuda a que nuestro cuerpo se mantenga fuerte, la buena forma mental nos ayuda a alcanzar y mantener un estado de buena salud mental. Cuando estamos mentalmente sanos, disfrutamos de nuestra vida, de nuestro entorno y de las personas que lo habitan. Podemos ser creativos, aprender, probar cosas nuevas y asumir riesgos. Somos más capaces de afrontar los momentos difíciles de nuestra vida personal y profesional. Sentimos la tristeza y la ira que pueden surgir con la muerte de un ser querido, la pérdida de un empleo o los problemas de pareja y otros acontecimientos difíciles, pero con el tiempo somos capaces de seguir adelante y disfrutar de nuestra vida una vez más.
Cuidar nuestra salud mental también puede ayudarnos a combatir o prevenir los problemas de salud mental que a veces se asocian con una enfermedad física crónica. En algunos casos, puede prevenir la aparición o la recaída de una enfermedad física o mental. Gestionar bien el estrés, por ejemplo, puede tener un impacto positivo en las enfermedades cardíacas.
Lo más probable es que ya estés tomando medidas para mantener tu salud mental, además de tu salud física; tal vez no te des cuenta.
Tres formas importantes de mejorar tu estado mental son hacer ejercicio, comer bien y controlar el estrés.
Haz ejercicio
Desde hace mucho tiempo conocemos los beneficios del ejercicio como una forma proactiva de mejorar nuestra condición física y combatir enfermedades; ahora, el ejercicio se reconoce como un elemento esencial para desarrollar y mantener la aptitud mental.
Así que, si ya haces algún tipo de ejercicio, date dos palmaditas en la espalda: estás mejorando tu estado físico y mental.
El ejercicio tiene muchos beneficios psicológicos. Por ejemplo:
- La actividad física se está convirtiendo cada vez más en parte de la prescripción para el tratamiento de la depresión y la ansiedad. El ejercicio por sí solo no es una cura, pero sí tiene un impacto positivo.
- Las investigaciones han demostrado que la actividad física regular parece ser tan eficaz como la psicoterapia para tratar la depresión leve o moderada. Los terapeutas también informan que los pacientes que hacen ejercicio regularmente simplemente se sienten mejor y tienen menos probabilidades de comer en exceso o abusar del alcohol y las drogas.
- El ejercicio puede reducir la ansiedad. Muchos estudios han llegado a esta conclusión. Las personas que hacen ejercicio dicen sentirse menos estresadas o nerviosas. Incluso cinco minutos de ejercicio aeróbico (ejercicio que requiere oxígeno, como una clase de step, natación o caminar) pueden estimular los efectos ansiolíticos.
- El ejercicio físico ayuda a contrarrestar el retraimiento, la inactividad y los sentimientos de desesperanza que caracterizan a la depresión. Los estudios demuestran que tanto el ejercicio aeróbico como el anaeróbico (ejercicio que no requiere oxígeno, como el levantamiento de pesas) tienen efectos antidepresivos.
- Estados de ánimo como la tensión, la fatiga, la ira y el vigor se ven afectados positivamente por el ejercicio.
- Hacer ejercicio puede mejorar la forma en que percibes tu condición física, tus habilidades atléticas y tu imagen corporal. Otro beneficio es una mayor autoestima.
- Por último, pero no por ello menos importante, el ejercicio te permite entrar en contacto con otras personas en un entorno positivo y no clínico. Durante la caminata, el entrenamiento o la clase de gimnasia acuática, te relacionas con personas que comparten tu interés en esa actividad.
Siente la adrenalina
Puede que no nos demos cuenta de qué lo causó, pero la mayoría de nosotros lo hemos sentido alguna vez. Ya sea que estemos nadando tranquilamente o escalando una roca cargada de adrenalina, hay un momento en el que de repente el dolor o la incomodidad desaparecen y nos invade una sensación de euforia.
Estos momentos de felicidad se deben a las endorfinas, unas sustancias químicas producidas en el cerebro que se unen a los neurorreceptores para aliviar el dolor.
Descubiertas en 1975, la función de las endorfinas todavía se está estudiando. Se cree que alivian el dolor, fortalecen el sistema inmunológico, reducen el estrés y retrasan el proceso de envejecimiento. El ejercicio estimula la liberación de endorfinas, que envían estas sustancias químicas que combaten la depresión y generan satisfacción a todo el cuerpo. ¡No es de extrañar que nos sintamos bien después de hacer ejercicio o de una caminata rápida!
La liberación de endorfinas varía de persona a persona; algunas personas sienten una descarga de endorfinas, o un segundo aire, después de trotar durante 10 minutos. Otras trotan durante media hora antes de que les llegue el segundo aire.
No es necesario hacer ejercicio vigoroso para estimular la liberación de endorfinas: la meditación, la acupuntura, la terapia de masajes, incluso comer comida picante o respirar profundamente: todo esto hace que el cuerpo produzca endorfinas de forma natural.
Así que disfruta de un poco de ejercicio moderado y ¡siente la descarga de endorfinas!
Comer bien
Aquí hay algo en que pensar: tomar las decisiones nutricionales correctas puede afectar más que el ajuste de nuestra ropa: puede tener un impacto en nuestra salud mental.
Un nuevo estudiar Un estudio de la Fundación de Salud Mental del Reino Unido sugiere que la mala alimentación ha jugado un papel en el aumento significativo de los problemas de salud mental en los últimos 50 años.
Según el estudio Feeding Minds, la tendencia a consumir menos productos frescos y a consumir más grasas saturadas y azúcares, incluidas sustancias como pesticidas, aditivos y grasas trans, puede impedir que el cerebro funcione correctamente. El estudio establece un vínculo convincente entre los cambios en las modas alimentarias y el aumento del trastorno por déficit de atención e hiperactividad, la enfermedad de Alzheimer y la esquizofrenia.
El mensaje no es nuevo, pero quizá sea el argumento más contundente hasta ahora para prestar más atención a la relación entre nutrición y salud mental. Lo que ponemos en nuestros platos se convierte en la materia prima para que nuestro cerebro fabrique hormonas y neurotransmisores, sustancias químicas que controlan nuestro sueño, estado de ánimo y comportamiento. Si no le damos la importancia que merece al cerebro, también le damos la importancia que merece a nuestro potencial intelectual y emocional.
Nuestra dieta también aporta vitaminas que nuestro cuerpo no puede crear y que necesitamos para acelerar los procesos químicos necesarios para la supervivencia y el funcionamiento del cerebro. Las deficiencias de vitaminas a veces se manifiestan como depresión y pueden causar cambios de humor, ansiedad y agitación, así como una serie de problemas físicos.
Los profesionales de la salud mental señalan que los buenos hábitos alimentarios son vitales para las personas que desean optimizar la eficacia y afrontar los posibles efectos secundarios de los medicamentos utilizados para tratar enfermedades mentales.
Es evidente que la elección de los alimentos que se consumen tiene consecuencias que van más allá de la satisfacción inmediata de las papilas gustativas. Para optimizar el funcionamiento de nuestro cerebro, necesitamos llevar una dieta equilibrada que incluya:
- Frutas y verduras frescas
- Alimentos ricos en ácidos grasos omega-3, como pescado, nueces, semillas y huevos.
- Proteína
- Granos integrales
Tome el control del estrés
El estrés es un hecho de la vida. Por mucho que deseemos una existencia libre de estrés, lo cierto es que el estrés es realmente necesario. Es la forma en que respondemos al estrés lo que puede afectar negativamente a nuestras vidas.
El estrés se define como cualquier cambio al que tenemos que adaptarnos. Esto incluye acontecimientos vitales difíciles (duelo, enfermedad) y positivos. Conseguir un nuevo trabajo o irse de vacaciones se perciben, sin duda, como acontecimientos felices, pero también son cambios, también conocidos como estrés, que requieren cierta adaptación.
Aprender a afrontar el estrés de forma eficaz puede aliviar nuestro cuerpo y nuestra mente. La meditación y otros métodos de relajación, el ejercicio y la visualización son técnicas útiles para reducir el impacto negativo del estrés.
El estrés puede ser beneficioso, si se consume con moderación. Esto se debe a que los episodios breves de estrés activan sustancias químicas que mejoran la memoria, aumentan los niveles de energía y mejoran el estado de alerta y la productividad. Pero el estrés crónico tiene efectos debilitantes sobre nuestra salud general. Físicamente, puede contribuir a las migrañas, las úlceras, la tensión muscular y la fatiga. Los investigadores canadienses descubrieron que el estrés crónico duplicaba con creces el riesgo de sufrir ataques cardíacos.
El estrés persistente también nos afecta emocional e intelectualmente, y puede causar:
- Disminución de la concentración y la memoria.
- Confusión
- Pérdida del sentido del humor
- Ansiedad
- Enojo
- Irritabilidad
- Miedo
El vínculo entre el estrés y la enfermedad mental aún no se comprende completamente, pero se sabe que el estrés puede afectar negativamente a un episodio de enfermedad mental.
Manejo del estrés
En primer lugar, es importante reconocer las fuentes de estrés. Eventos como la muerte de un ser querido, comenzar un nuevo trabajo o mudarse de casa son ciertamente estresantes.
Sin embargo, gran parte de nuestro estrés proviene de nuestro interior. La forma en que interpretamos las cosas (una conversación, una evaluación de desempeño, incluso una mirada) determina si algo se convierte en un factor estresante. El diálogo interno negativo, en el que nos centramos en la autocrítica y el análisis excesivo y pesimista, puede convertir un comentario inocente en una importante fuente de estrés.
Comprender de dónde proviene el estrés puede ayudarle a decidir qué hacer. Los factores estresantes externos, como el duelo o los cambios de carrera, se pueden controlar con el tiempo y con el apoyo de familiares y amigos. Los factores estresantes internos, causados por nuestra propia interpretación negativa, requieren cambios de actitud y comportamiento.
El objetivo de controlar el estrés es generar una “respuesta de relajación”, es decir, un proceso de calma fisiológica y psicológica por el que pasa nuestro cuerpo cuando percibimos que el peligro o el acontecimiento estresante ha pasado.
A continuación se ofrecen algunos consejos para desencadenar la respuesta de relajación:
- Aprenda técnicas de relajación – Practicar la meditación o la respiración consciente todos los días puede aliviar el estrés crónico y realinear su perspectiva hacia una forma más positiva. Los buenos hábitos de respiración por sí solos pueden mejorar su bienestar tanto psicológico como físico.
- Establezca metas realistas – Para algunas personas es fundamental aprender a decir no. Evalúa tu agenda e identifica las tareas o actividades que puedes o deberías dejar de lado. No te ofrezcas voluntariamente a hacer algo hasta que hayas considerado si es factible y saludable para ti hacerlo.
- Ejercicio – No es necesario entrenar para una maratón, pero hacer ejercicio de forma regular y moderada ayuda a aliviar la tensión, mejora el sueño y la autoestima. Hacer ejercicio físico se convierte en un hábito fundamental.
- Disfrutalo – Tomarse el tiempo para un pasatiempo favorito es una excelente manera de conectarse con su yo creativo y nutrirlo.
- Visualización – Los deportistas consiguen resultados al imaginarse que cruzan la línea de meta en primer lugar. Utilice la misma técnica para practicar el “verse” triunfando en cualquier situación que tenga en mente.
- Mantener un estilo de vida saludable – Una buena alimentación suele ser lo primero que se pierde cuando nos sentimos estresados. Preparar una comida en lugar de comprarla ya preparada puede parecer un desafío, pero probablemente sea más barato y, sin duda, mejor para ti; además, el simple hecho de hacer algo bueno por ti puede aliviar los sentimientos de estrés.
- Hablemos de ello – Compartir tus problemas con un amigo puede ayudarte a poner las cosas en perspectiva y a sentir que no estás solo. También puedes aprender otras formas de manejar el estrés de manera eficaz.